La Organización Mundial de la
Salud (OMS) va a incluir en la próxima actualización de la Clasificación
Internacional de Enfermedades el síndrome de “burnout” o del trabajador
quemado como problema asociado al empleo, dando una mayor visibilidad al este
trastorno, que hasta ahora no se tenía tan en cuenta a la hora de gestionar las
bajas por contingencias profesionales en el ámbito laboral.
Desde USO hemos instado en repetidas ocasiones a la
realización de la evaluación de riesgos psicosociales para poder detectar el
origen de muchos trastornos musculoesqueléticos derivados de la excesiva carga
mental de trabajo que, puede llevar a situaciones de colapso provocando el
abandono de la actividad por parte de un trabajador.
Consideramos que se deben realizar este tipo de
evaluaciones para evitar el abandono de muchos puestos de trabajo con la
consiguiente falta de personal y disminución del rendimiento y calidad en los
servicios tan necesarios como son los que conllevan este tipo de profesiones
tan necesarias en nuestra sociedad y que corren el riesgo de ser estigmatizadas
en unos años si no se corrigen los problemas a tiempo.
¿Qué es el burnout?
Este síndrome es una respuesta al estrés laboral crónico que produce actitudes negativas hacia las personas con las que se trabaja y la propia actividad desarrollada. Este trastorno genera en el trabajador una sensación de no poder dar más de sí en el ámbito laboral al encontrarse emocionalmente agotado. Se produce en profesiones que implican un contacto directo con personas como por ejemplo profesionales sanitarios, profesores, policías, funcionarios de prisiones, asistentes sociales, etc.
Las demandas emocionales y la carga de trabajo
sobrepasan la capacidad del trabajador provocando una percepción negativa de la
situación que se traduce en una frustración por parte del trabajador, una
desilusión donde el trabajo deja de tener sentido provocando conflictos en el
grupo de trabajo o con los pacientes, clientes o alumnos en función de la actividad.
¿Cómo se desarrolla?
Hay cinco fases de este síndrome que son:
1.
Entusiasmo: al
principio de la actividad todo es estímulo y motivación por la misma.
2.
Estancamiento:
se percibe que la relación entre el esfuerzo y la compensación no es
equilibrada.
3.
Frustración:
aparecen la desilusión e irritabilidad en el trabajador.
4.
Apatía: surgen
cambios en la conducta del trabajador donde se pone “a la defensiva” al verse
desbordado por las tareas que percibe como estresantes, lo que provoca una
desatención de las relaciones interpersonales y tendencia a evitar las más
estresantes.
5.
Quemado: es el
colapso con consecuencias para la salud que puede provocar el abandono del
empleo y del sector de ocupación al considerarlo como algo frustrante y poco
motivador.
¿Puede evaluarse?
Actualmente, existen evaluaciones de riesgos psicosociales que detectan este tipo de trastornos conductuales que derivan en muchas incapacidades temporales y, en algunos casos, permanentes, llevadas a cabo mediante cuestionarios y métodos como el FPSICO o el ISTAS 21 (CoPSoQ).
Uno de los problemas más habituales es la negación por
parte de las empresas de los síntomas o de la realización de las evaluaciones
de riesgos psicosociales achacando todos los síntomas a enfermedades
sobrevenidas al trabajador, calificando las mutuas en muchos casos este tipo de
trastorno como “contingencias comunes” derivando al trabajador al sistema
público de salud.